sábado, 26 de abril de 2014

Una Colombia que sabe amar y perdonar


Aún queda mucho por recorrer;
piensa en cuanto eres capaz
de hacer y transformar;
tu cuerpo necesita
un campo fresco
para descansar.
 
Una Colombia de todos
y para todos,
donde convivan
derecha e izquierda,
en santa paz,
una Colombia,
donde nuestros hijos
puedan seguros
caminar, jugar y estudiar.
 
El mundo está hecho
de grandes esfuerzos;
aún se puede vivir,
aún la gente de esta tierra
puede soñar y trabajar.
 
Ábrete a la esperanza
de la alegría,
de la promesa
de un nuevo día;
ha llegado el tiempo
del amor y del perdón.
 
Siempre habrá,
tiempo para amar,
para poder con otros,
caminar y conversar.
 
El tiempo de odiar,
secuestrar y matar,
ha quedado atrás.
 
Ha llegado el tiempo
para hacer la paz,
para olvidar.
 
Hay paraísos
que recorrer;
sigue adelante,
sin mirar atrás.
 
La venganza y el odio,
han quedado atrás,
llegó la moda,
el tiempo, en que todos
nos tenemos que amar,
para que esta Colombia
de sus campos y ciudades,
de sus propias cenizas,
vuelva a resucitar.



















 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Nunca morira el romanticismo y el amor, está de moda amar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 

domingo, 20 de abril de 2014

El Márquez de Macondo



Apenas el Coronel no tuvo
quien le escribiera,
quien se acordara
que le hacía falta su pago,
murió esperando en su exilio,
como la noticia olvidada
de un secuestro,
lo que en vida se ganó
con su  trabajo honesto.

Sin  esperanza y consuelo,
La bella Remedios elevó
su cuerpo y alma a los cielos.

Pasaron cosechas, 
primaveras, viacruicis
launas nuevas, 
sin que el Coronel
y su carísimo hermano
vieran de la añorada pensión
un centavo, un peso,
un franco, menos un euro,
ni siquiera del cielo que les vio nacer,
menos, de los ricos pueblos
que con pies 
cansados y  presurosos
se les vio recorrer.

La magia nobel,
la tragicomedia se hacia realismo;
 era una muerte anunciada
que todos callaban.

Úrsula Iguarán,
Santiago Nasar,
los saetazos de Aureliano Buendía,
hicieron sus promesas cumplidas.

No muy distante 
de la marcha de su Capitán,
partió de tristeza, 
 el Márquez de Macondo,
llenando nuestros corazones
con su ausencia, 
dejándonos sumidos en 
 "Cien años de soledad".