Gente
que viene y que va, sin detenerse un instante, de acá para allá; sin holgar a
descansar, hormigas fabricando su montículo en verano, abejas alimentando su panal en invierno,
prodigándose el pan, asegurándose el fututo que vendrá,
dibujando en cada paso su estatua imponente, dejando con descuido que en cada
espacio de su ciudad, se sienta lo que
en su majestuosa alma se siente.
GENTE QUE VIENE Y QUE VA
Gente de cualquier
país o nación,
de esa que le madruga al
sol,
de las que trabajan con tesón
para regalarse una
existencia mejor.
Gente de cercanas tierras,
de África o de América,
gentes de lejanas tierras,
de Oceanía, Asia o Europa,
anidando, hilando,
sembrando su cosecha,
para que sus ilusiones nunca
se rompan.
Ramillete de todas las
flores,
sin importar sus heredades,
gente de todos los colores,
dejando que sus sueños
viajen.
Gente que en el alma de un
pueblo
se siente en sus versos y
desvelos
cuando sus pies en las
mañanas
laborosas transitan sus
suelos.
Gente, obra de arte del Creador,
fuego, aire arena, bosque
fresco,
sin réplica en ninguna otra
nación,
dando forma al sentimiento diverso.
Gente con el aroma de
ancestros,
termales de cálidos
manantiales
puñados de oro, dando su
destello,
manos firmes de abrazos
cordiales.
Gente que en la entraña con
fuerza se siente,
torrentes deslizándose
afanosos, transitando
a ese pueblo que recorre
terrenos agrestes,
raza que sus sueños, día a día va construyendo.
¿De dónde será esa bella
gente?
que se dibuja en el cristal
de su ciudad?
¿De dónde serán sus sueños
que transitan en su caminar?
¿De dónde serán esas
tiernas manos que madrugan a trabajar?
¡De Medellín!, si de Medellín,
esa es su ciudad.