Un país de
violencia, de desigualdad, de inequidad, una Colombia que a diario se mata y no
pasa nada; las masacres ahora son de justicia privada, se mata al supuesto
ladrón, al supuesto lavador de dineros del narcotráfico, al supuesto violador,
al supuesto consumidor de drogas; se hace justicia privada con el aval y
silencio tácito del legislador, administrador y juzgador.
¿Quién hace
justicia con los que hacen la limpieza social, con el que lincha al supuesto
ladrón, gay o habitante de calle, líder social, con los escuadrones de la muerte que amenazan desde cada rincón de esta
sufrida Colombia?
¿Qué pasó con la
sangre y dolor derramados del paro cívico de 2021 ¿Dónde están los jóvenes
heridos de muerte o explotados por papas bombas, los policiales quemados y
asesinados, los del Smart acribillados, acorralados, aplastados e incendiados
por la turba en odio enardecida, todos hijos de un dolido pueblo enfrentados?
Y no pasa nada, los linchamientos no son
penalizados; nos acostumbramos a ver los muertos en las calles y su sangre correr
por el asfalto, el pavimento, de está sufrida tierra, de esta sufrida Patria,
de esta sufrida Colombia. No podemos ser indiferentes con el intorme de la Comisión de Paz, no podemos continuar indiferentes en el país en que la vida no vale nada y en cualquier momento de forma violenta te la pueden arrancar.
Solo hay justicia cuando se mata al grande o poderoso, no cuando se acribilla y asesina al pueblo raso, al que camina a diario al trabajo, al campesino que anda descalzo tras su arado, al que suda hasta el cansancio por un pírrico salario que no alcanza siquiera para sobrevivir.
Esperemos justicia de derecha y no llegó, de izquierda y se silenció, o su
discurso modificó, pero de la entraña de esta tierra que no perdona ni
olvida a los que en su vientre dormitan acuchillados o con un tiro de gracia después
de ser torturados, saldrá la verdadera justicia, sin discurso, descargará su
peso sobre el torturador, masacrador y asesino de un pueblo indefenso como el
ucraniano.