Apenas el
Coronel no tuvo
quien le
escribiera,
quien se
acordara
que le
hacía falta su pago,
murió
esperando en su exilio,
como la
noticia olvidada
de un
secuestro,
lo que en
vida se ganó
con su trabajo honesto.
Sin esperanza y consuelo,
La bella
Remedios elevó
su cuerpo
y alma a los cielos.
Pasaron cosechas,
primaveras, viacruicis
launas
nuevas,
sin que
el Coronel
y su
carísimo hermano
vieran de la añorada pensión
un
centavo, un peso,
un
franco, menos un euro,
ni siquiera
del cielo que les vio nacer,
menos, de
los ricos pueblos
que con
pies
cansados y presurosos
se les
vio recorrer.
La magia
nobel,
la
tragicomedia se hacia realismo;
era una muerte anunciada
que todos
callaban.
Úrsula Iguarán,
Santiago Nasar,
los saetazos de Aureliano Buendía,
hicieron sus promesas cumplidas.
No muy distante
de la marcha de su Capitán,
partió de tristeza,
el Márquez de Macondo,
llenando nuestros corazones
con su ausencia,
dejándonos sumidos en
"Cien años
de soledad".