martes, 15 de abril de 2014

Así, sin nada que decir, sin nada que hacer


Las luces que iluminaban
las vidas, las rutunas
de cada día,
de cada calendario,
que llenaban de palabras
los pasillos y recintos,
que colmaban de pletóricos aromas
la sala, el cuarto, el baño, los pasillos,
la cocina, la alcoba.

Las dulces voces
que adormecían el oído
con sus cantos,
con historias
y cuentos
de amigos
de héroes y fantasmas
en valles y desiertos.

Las presurosas manos
que encendían la lumbre
en las noches y madrugadas,
las mismas que llenaban
de frutos y flores,
de deliciosos sabores,
la mesa, la alacena.

Los seres,
los espíritus que encendían
la chispa de la vida,
que le daban sentido,
a estas vidas,
que impulsaban nuestro potro
cansado y aburrido a pararse presuroso
para seguir adelante.

Esos Seres que todo lo llenaban de color, calor y sabor,
que daban sentido para seguir,
en esta vida,
sin importar el triunfo o derrota,
que siempre estaban allí con su queja,
cantaleta, sabio consejo, mal humor,
pero sin despojarnos del regalo de su sonrisa;
sin darnos cuenta se nos marchaban,
¡se nos iban!
¿por Dios dónde irá a para nuestra alegría,
Nuestra vida?


Los brazos fuertes y andariegos,
prestos a la caricia y al abrazo,
se escurrían huidizos,
tras el destello de la vela que apagaba,
agitada por las brisas de abril.

Sin darnos cuenta se nos escapaban
... tras la sal y el cristal reseco
¡nuestro universo...!
se nos apagaban en la crepuscular
bóveda celestial, sin más...


Presurosas emprendían
el largo viaje al planeta de los recuerdos,
sin nada que decir o replicar,
así, sin más…
 
 
 























 
 
 
 

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