Las luces que iluminaban
las vidas, las rutunas
de cada día,
de cada calendario,
que llenaban de palabras
los pasillos y recintos,
que colmaban de pletóricos aromas
la sala, el cuarto, el baño, los pasillos,
la cocina, la alcoba.
Las dulces voces
que adormecían el oído
con sus cantos,
con historias
y cuentos
de amigos
de héroes y fantasmas
en valles y desiertos.
Las presurosas manos
que encendían la lumbre
en las noches y madrugadas,
las mismas que llenaban
de frutos y flores,
de deliciosos sabores,
la mesa, la alacena.
Los seres,
los espíritus que encendían
la chispa de la vida,
que le daban sentido,
a estas vidas,
que impulsaban nuestro potro
cansado y aburrido a pararse presuroso
para seguir adelante.
Esos Seres que todo lo llenaban de color, calor y sabor,
que daban sentido para seguir,
en esta vida,
sin importar el triunfo o derrota,
que siempre estaban allí con su queja,
cantaleta, sabio consejo, mal humor,
pero sin despojarnos del regalo de su sonrisa;
sin darnos cuenta se nos marchaban,
¡se nos iban!
¿por Dios dónde irá a para nuestra alegría,
Nuestra vida?
Los brazos fuertes y andariegos,
prestos a la caricia y al abrazo,
se escurrían huidizos,
tras el destello de la vela que apagaba,
agitada por las brisas de abril.
Sin darnos cuenta se nos escapaban
... tras la sal y el cristal reseco
¡nuestro universo...!
se nos apagaban en la crepuscular
bóveda celestial, sin más...
Presurosas emprendían
el largo viaje al planeta de los recuerdos,
sin nada que decir o replicar,
así, sin más…
las vidas, las rutunas
de cada día,
de cada calendario,
que llenaban de palabras
los pasillos y recintos,
que colmaban de pletóricos aromas
la sala, el cuarto, el baño, los pasillos,
la cocina, la alcoba.
Las dulces voces
que adormecían el oído
con sus cantos,
con historias
y cuentos
de amigos
de héroes y fantasmas
en valles y desiertos.
Las presurosas manos
que encendían la lumbre
en las noches y madrugadas,
las mismas que llenaban
de frutos y flores,
de deliciosos sabores,
la mesa, la alacena.
Los seres,
los espíritus que encendían
la chispa de la vida,
que le daban sentido,
a estas vidas,
que impulsaban nuestro potro
cansado y aburrido a pararse presuroso
para seguir adelante.
Esos Seres que todo lo llenaban de color, calor y sabor,
que daban sentido para seguir,
en esta vida,
sin importar el triunfo o derrota,
que siempre estaban allí con su queja,
cantaleta, sabio consejo, mal humor,
pero sin despojarnos del regalo de su sonrisa;
sin darnos cuenta se nos marchaban,
¡se nos iban!
¿por Dios dónde irá a para nuestra alegría,
Nuestra vida?
Los brazos fuertes y andariegos,
prestos a la caricia y al abrazo,
se escurrían huidizos,
tras el destello de la vela que apagaba,
agitada por las brisas de abril.
Sin darnos cuenta se nos escapaban
... tras la sal y el cristal reseco
¡nuestro universo...!
se nos apagaban en la crepuscular
bóveda celestial, sin más...
Presurosas emprendían
el largo viaje al planeta de los recuerdos,
sin nada que decir o replicar,
así, sin más…
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