lunes, 19 de junio de 2017

Dulce nido




Hogar de infancia,  aunque te cambies de casa,  nunca  lo podrás olvidar;  porque allí quedaron guardados tus dientes de leche, tu inocencia, tus primeros sueños y aventuras, tus juegos de calle, tus primeros bailes y canciones,  los castigos  y reconciliaciones con  mamá y papá, los lazos  entre hermanos que ya han partido, junto con abuelos, tíos y primos,  tus primeras letras,  tus primeros éxitos y fracasos,  tus  primeros amores de escuela.  

 Allí quedaron las brechas,  donde se construyó con arena,  tu castillo con hadas madrinas, con brujas encantadas, fantasmas y piratas;  por ello,  cuando pierdas la calma,  cuando sientas miedo,  retorna a tu casa de infancia, ya no será igual, pero en ella recordarás,  cuánto has crecido, las vueltas que has tenido que dar en tu largo camino;  y con tu corazón palpitante, en medio de tu fragilidad,  recordarás,  que aún sigues vivo para darle un viraje a tu destino.

Dulce nido

Llegar después de un largo viajar,
perdido en otros destinos,
dejar que tu cuerpo
repose bajo la ducha,
sintiendo que has recuperado
tu lecho y tu vuelo.

Sentarte plácidamente en
tu circonia losa a
ciscar y  avenar
hasta sentir
la suave sensación
 del descanso,
mientras que tu cuerpo
se va normalizando.

Comer lo manjares de casa,
recorrer
cada espacio de tu morada,
disfrutar de tus jardines y mascotas,
sentir los dulces aromas de hogar,
dejarte amar y mimar
de los que tanto anhelaste
 besar y acariciar  al regresa.

Andar por tu vecindario,
sintiendo el calor de tu familia,
vecinos y hogar,
decirles cuanta falta te hicieron,
contarles
de las  penurias y sufrimientos
que pasaste lejos de casa.

Y en la noche,
antes de cubrirte
 con tus mantas y dormir
hasta el cansancio,
repetirte mientras acaricias
 las manos amadas:
 ¡Hogar Dulce Hogar!
¿por qué  esperé tanto
 para regresar a mi Hogar?