martes, 30 de mayo de 2017

Desde la trinchera



Hablo con los callos de los pies desnudos
del campesino,  acompañado
 de su campo y su arado,
hablo enjuagando el sudor del albañil, 
del obrero y del  trabajador informal mal pagados.

Hablo desde la casa en el Morro de basura
de cartón y de lata, donde anida la miseria  y
los famélicos niños juegan con la araña,
 los perros y gatos callejeros y sus ratas.

Hablo con el harapiento que busca ávido
 su ración en el basurero,
mientras en cualquier rincón de este mundo,
una mujer en medio del abandono y soledad,
 llora, acurrucando en su seno el fruto de su violación.

Hablo por el  que carga un costal para reciclar
y como Gandhi,  duerme en el frío asfaltó su hambre y soledad,
 rodeado  de olor a droga y fecal que nunca parece parar.

Hablo con la voz del maestro en paro,
su ansiedad, estrés,
 y al pueblo pregonando,
que su seguridad  social,
está en manos de una funeraria;
en las ardientes calles gritando,
  con garganta cansada:
¡El maestro luchando también está educando!

Mientras piensa ansioso en sus críos al otro lado,
esperando que se acabe el paro
para que estos  retornen a su escuela
 que no les ha regalado baños sino letrinas,
recibiendo sus clases
 con maestro mal pagados,
con el estomago vacío
 en sus colegios desvencijados.

Hablo desde lo propio e impropio,
desde la esperanza perdida,
desde los sueños rotos,
desde el pasado sin presente y 
el presente sin pasado y futuro.

Hablo desde  los  tres o cuatro días de agonía
desangrándose  el pobre animal en la trampa, 
para que luego, 
su inmaculada piel  
en pasarela
las luzca con desparpajo,
una modelo de ébano o blanca,
ocultando sus imperfecciones,
esperando  que a todos atraiga,
 para que todos la aplaudan.


Hablo porque me da la gana,
 porque me place y  nace,
porque de seguro,
 alguna línea  de estas,
germinará y dará fruto en tu alma.

Hablo por los que nacieron en la guerra
y murieron en ésta,
sin conocer,  oler y saborear
los frutos de la paz.

Hablo porque es peligros pensar y
aún más peligroso callar.

Hablo con algo de venda en mis ojos,
porque la de mis labios,  por fortuna,
con un millón de forcejeos
me la he despojado.

Hablo desde los que no tienen voz,
ó teniéndola,  el dolor o la tierra,
las silenció.

Hablo con los pies descalzos,
como Dalí,
 con el reloj colgado,
sin  convencionalismo,
de forma desnuda y descarnada,
así como se pare y después de la necrosis,
todo se parte.

Hablo desde el aquí y el ahora,
para el que quiera,
como sea, y,
¡que así sea!

Hablo desde los descartados,
los odiados, abandonados,
perseguidos, temidos,
 enjaulados e invisibilizados.

Hablo desde las rejas de mi propia prisión.

Hablo desde los que nunca
 serán premiados,
menos aún,  venerados,
porque  no compartirán  el lujo,
las dádivas, sus trampas,
engaños y mentiras,
con las que con finas fibras de oro,
tejen y visten su altar,
los magos de la corrupción.

Hablo desde,
 el que como la Pobre Viejecita,
 no tiene que comer ni vestir,
porque su caviar se pudrió y avinagró,
y  en la montaña de ropa y calzado,
lo que buscaba se le extravió.

Hablo desde el que tuvo tanto, 
que el deseo de vivir se le malogró.

Hablo desde el chocoano, 
que como panameño abandonado,
 perdió en 1903, su propia nación
 y en su paraíso fiscal sobrevivió.

Hablo como el chavista
 que huyendo del costo
de la revolución socialista,
en medio del bloqueo capitalista,
dándole la espalda a su nación,
 se prostituyó.

Hablo desde la narcolepsia que vive esta Colombia;
para no darse cuenta de la muerte y miseria de su gente,
sacando sus pies para recorrer el nuevo día,
ha hecho piedra su dolor
en lo más profundo de su entraña,
¡…en surco de dolores el bien germina ya…!

Hablo desde el pecado y la culpa,
 desde el sabio olvidado,
 desde el parlache,
desde el dolor del colonizado.

Hablo desde el dolor conquistado, colonizado
y nunca independizado.

Hablo desde el proyectil, cuchillo y la ballesta,
desde la bomba, misil, arma biológica y tanque de guerra.

Hablo desde el proyecto, paradigma y sistema frustrado.
Hablo desde los de abajo, para que mi eco,
los de arriba lo sientan.

Hablo desde lo indecible e inmoral, 
por ser menos podrido a la vista y al olfato,
porque de a poquitos se puede palpar sin contagiar.

Hablo por los  tristes y desengañados,
desde los ciegos, tuertos y tullidos,
y por los que teniéndolo todo,
descubrieron que habían perdido lo esencial,
sus ganas de luchar y vivir,
porque descubrieron que esta vida no era nada,
tan solo una experiencia manipulada y falseada,
sucumbiendo en su propia colada y mermelada.

Hablo desde el polo y el desierto,
 desde la capital mundial del ópalo y el opio,
desde lo más grande y maravilloso
que todo lo puede,
desde el caos y la nada,
 porque todo lo regurgita y resucita;
porque en ellos cabe todo,
desde ellos se empieza y
como caja de Aladino
en ellos,
 en cualquier dirección y sin condición
todo se puede y alcanza,
en el nido de del mito y la danza,
en el nido de la magia.

Hablo desde el campesino que vio ahogado su ganado,
su cosecha, su familia y mascota en el invierno,
o ardiendo su casita y vereda en el verano,  y con sus manos resecas,
en su soledad,
recostando su cabeza en tierra reseca,
paciente esperó,
 la venida de la celestial promesa.

Hablo desde el que en la guerra,
habiéndolo perdido todo,
en lejana ciudad,
invisibilizado amaneció
petrificado en una acera,
en una noche navideña.

Hablo desde el que ya no llora,
porque se le ha caído su lacrimal y,
 los acordes de su guitara,
 no ha podido escuchar más.

Hablo desde el que ya no sabe
que comprar y comprar
y por quien votar,
porque se han hecho anfitrionas en su hogar,
la desesperanza y la temible soledad.

Hablo desde los muertos vivos y los vivos muertos,
hablo desde la lógica del sentido y el sin sentido,
hablo desde el miedo y el terror,
desde la hoja que nunca el verde conoció,
desde las especies animal y vegetal que
dijeron a este planeta
en un segundo,
por siempre adiós.

Hablo desde el hombre que no supo si era mariposa,
 o la mariposa que no supo que era hombre.

Hablo del que tuvo la pesadilla
de haber existido y
lo peor que le ocurrió,
cuando despertó,
fue descubrir
 que nunca existió.

Hablo desde el hombre que murió
 tras años de incesante búsqueda,
sin saber de dónde vino,
a dónde fue,
quién fue y el  lugar que habitó.

Hablo desde los que nunca quisieron hacer historia
 ni dejar huellas escribiendo libros, sembrando árboles,
haciendo miles de cosas estúpidas o maravillosas
para dejar huellas,  como lo hicieron  muchos,
tonterías y maravillas que el vendaval  sepultó.

Hablo desde lo inconforme, lo molesto, lo aciago.
Hablo quitando la máscara y con el deseo que otros lo hagan.
Hablo sin renglón ni verso, sin la estupidez que apaña la razón,
por el grave e imperdonable error de la repetición.

Hablo desde la desesperanza, la blasfemia y lo prohibido.
Habló sin protocolo, sin pedir permiso,
sin preguntarme si esto me sale del corazón.

Hablo desde la dicótoma inconclusa,
desde la más vil vejación,
desde lo puro e impuro, 
desde lo esencial y trivial,
desde lo legal e ilegal,
 desde lo puro e impuro,
desde el amor y el odio,
desde todas las  contradicciones,
desde la rabia, e impotencia,
desde la cultura y contracultura,
 desde todas las pasiones 
que han perdido su pigmentación.

Hablo desde el extraviado, y el marginado, 
desde el suicida, genocida y homicida;
desde  el despojado, desplazado, secuestrado;
desde el guerrillero y el paramilitar,
desde el político títere,
o el más ladrón  de esta corrupción;
desde el combo, desde el jíbaro,
el carrito,  y el campanero,
desde la víctima y el victimario,
desde el preso y liberto
¡Hablo desde dios y el diablo!


Hablo desde Colombia, México y Venezuela,
desde Egipto, Israel, Corea, Siria, sur de Asia, Irak, Pakistán, China,
Japón, Rusia o la India,  el Báltico, los Países Bajos, e Inglaterra,
 los Balcanes, Italia,  Turquía, Francia, España o Alemania,
desde el asesino del norte, desde la antigua Tebas,
desde África, desde árabes y católicos, desde el petróleo,
desde la neurosis y la esquizofrenia de la ciberguerra.

Hablo porque es hoy,
aunque mañana esto que hablo
se haya perdido en la esquina
de alguna ciudad
 perdida y desconocida y
renazca en el fango,
 como loto o golondrina
debajo de este sol,
que aun,
por fortuna,
y como gran maravilla,
sobre este cielo sulfuroso,
sobre esta doliente y enajenada tierra,
sobre este mar oleaginoso,
 para todos brilla.

Hablo desde la trinchera.

Hablo desde la soledad
y la tristeza,
desde la tumba,
desde esta vida vacía.

Creo que aún
después de todo,
este corazón con furia
palpita en este pecho,
anunciándome que sigo viva.