Voces entrañables
que parten
que parten
a algún lugar,
llevándose
nuestra juventud
nuestros besos,
nuestra juvenil
belleza,
de esos años de
colegio,
de universidad,
recorriendo,
calles, cuadras,
fincas y campos,
cargados de sueños,
de romanticismo
hasta el desvelo,
con grandes
pantallas
tomando la mano
amada,
con grandes
teléfono,
esperando su
añorada llamada.
Esas voces nunca se
irán,
pertenecen a una
generación
que cuando amaba se
entregaba
sin importarle
lo que su alrededor
pasara.
Esas voces
permanecerán
para siempre,
por siempre
en el recuerdo,
como un amor,
como un error,
como esos besos
que nunca se
olvidarán
porque en cada uno
de ellos,
se entregaba todo
nuestro ser
aunque por ellos,
por el amor que por
ellos
se desbordaba,
sufriéramos,
porque no se puede
amar sin sufrir.
Lo extraordinario
de ese cristalino
y diáfano amor,
era no poder comprender
lo que estaba
pasando,
menos aún,
controlarlo,
era permanecer
sin nada,
sin nada que
ofrecer,
porque ese amor
selo llevaba todo,
haciéndonos
incompresiblemente,
extraños
supeditados al ser
amado.
Amor que se
expresaba en la mirada,
en el caminar,
en la forma de
hablar;
en la alegría con
la que se percibía
el universo,
aunque los otros
nos sintieran torpes,
ingenuos, frágiles,
besándonos en las
calles.
Amor y desamor,
la tentación de una
pequeña traición,
celos, rabietas,
mimos…
la amada Marieta
y luego…
un perdón para
encender
de nuevo la chispa
de la pasión.
La grandeza del
puro amor,
la felicidad que
da,
la fuerza que
otorga,
que todo lo
transforma
reside en que al
ser amado,
le está ocurriendo
otro tanto.
Sentimiento que
marca
la existencia para
siempre,
que lo diga Junior
que con su Rocío
en la tierra del
Alba Ibérica,
donde el sol
acaricia
las olas
mediterráneas,
donde con denuedo
esparció
sus tres semillas
de amor,
las que hoy de
nuevo se unen,
viniendo cada uno
de otra región,
para llorar su partida,
como fruto de su
eterno amor,
reclamando su natal
lecho español.
No hay comentarios:
Los comentarios nuevos no están permitidos.