Hubo un día
Hubo un día en que la tierra no tenia dueño,
solo se aplicaban en sus paradisíacos y abundantes paisajes,
cargados de frutos para alimentar a todas sus criaturas por igual,
hasta saciarse,
ley de la selección natural.
Pero... hubo también, Otro día,
en que la tierra tuvo poderosos dueños
que se encargaron de dominarla y gobernarla,
con tiranía, desprecio y voraz codicia.
Ese día...
empezó la destrucción del hombre por el hombre,
el exterminio de sus bellos paisajes y criaturas;
la tierra ya no quería parir más vida,
aterrorizada presenciaba,
como morían las criaturas
que había gestado por milenios su vientre.
Y con un dolor más grande que su cuerpo,
la gentil Madre,
vio ahogarse a los avaros tras el desértico polvo,
arrastrándose como serpientes decapitadas,
sobre los hedores del pestilente suelo.
Los espesos gases nauseabundos,
no le permitieron ver más,
de lo que un día
de su vientre
con alborozo brotó.
Uno
de los grandes aportes de “La Sociedad anárquica”, del teórico
y filósofo político australiano Hedley
Bull, estructurada en seis capítulos, los podemos apreciar como a continuación
se plantean:
En
primera instancia encontramos el concepto de orden en la política mundial, en este apartado se trata de explicar el orden,
como una de las formas en que los
individuos organizan su vida social de acuerdo a sus valores, buscando el bien
común y el logro de sus metas, frente a situaciones o eventos que atenten
contra la seguridad de esa comunidad.
En
cuanto al orden internacional, el autor acude a la figura de la sociedad, entendida como sistema de estados vinculados
por normas comunes, solidarias al interior de sus instituciones, con respeto mutuo, atendiendo a sus acuerdos, capaces de poner límite al poder en caso de
crisis, acordes a tratados, costumbre y
pactos internacionales. Para conservar
la sociedad de estados y preservar la soberanía externa, es necesario reconocer la independencia, autonomía, jurisdicción,
y población; la sociedad
internacional frente a ello, ha celebrados tratados como el de Viena,
estableciendo estados neutrales y zonas de distención.
Precisamente la obra de la sociedad anárquica
es un tratado aproximado para proponer
estrategias al orden internacional, frente a potenciales atentados propios de guerra, que pongan en peligro la paz, preservando los fines primarios de la
sociedad de estados, restricción de la violencia, las promesas y la estabilización
de la posesión, a través de un orden
legal que proteja la propiedad.
“Al
respeto señala el autor: “La paz también se ha subordinado al mantenimiento de
la soberanía y de la independencia de cada uno de los estados -que han
insistido en el derecho a hacer la guerra en defensa propia-y a la protección
de otros derechos. Este estatus de subordinación de la paz a estos otros fines
se ve reflejado en la frase "paz y seguridad" que aparece en la Carta
de Naciones Unidas. La paz en la política internacional no tiene más valor que
la seguridad, ya sea esta última entendida como la seguridad objetiva que realmente
existe, o como la seguridad subjetiva que se percibe o se siente”. (Bull, 2005, pág. 71).
Todo lo anterior contribuye al reconocimiento,
soberanía y respeto entre los estados, constituyéndose en prioridad para una sociedad internacional moderna, reflejada
en el orden internacional institucional y en sus dinámicas; entendiendo el orden mundial, como el conjunto de patrones de la actividad
humana vinculados a la vida social,
trascendiendo los estados mismos, conformando el conjunto de la sociedad humana,
la humanidad misma, pasando en la modernidad a formar el sistema político
mundial, el orden en el mundo y el sistema político global.
En el capítulo dos (pág. 75), estudiando la sociedad mundial, después de un
recorrido histórico sobre las construcciones teóricas del siglo XV al XVII,
pasando por Kant, Hobbes, Maquiavelo, Bacon, Grocio, la sociedad cristiana internacional, argumenta
Bull, como estos teóricos contribuyeron a la creación del derecho
internacional, el cual se enriqueció con las emergentes instituciones
diplomáticas. Los teóricos de los siglos
XVIII y XIX, otorgaban reconocimiento
al derecho internacional, a la diplomacia, a las naciones Unidas, a la sociedad
internacional, al papel hegemónico armónico de Europa durante los siglos XVIII
y XIX; argumentaban sobre las guerras mundiales durante el siglo XX. Finaliza
el capítulo analizando la declaración de guerra que hacen los estados para
evitar caer en estados de barbarie y salvajismo.
Entiende la
sociedad anárquica como la ausencia de
gobierno o de autoridad. (pág.97) todo ello en procura de que los estados
lleven una vida social organizada, igualmente acentúa la vulnerabilidad de los
estados frente a los ataques (pág. 101). Sustenta al finalizar este capítulo, la precariedad e imperfección del orden al
interior de la sociedad internacional
(pág., 103), finalizando con un valioso planteamiento: “…aun en ausencia de gobierno los individuos
pueden alcanzar un mínimo grado de orden, sino también porque los estados son
diferentes de los individuos y son más capaces de formar una sociedad
anárquica...y el hecho de que los estados formen una sociedad sin gobierno
demuestra que su situación tiene características que son únicas”
(Bull, 2005, pág. 102).
En el capítulo tres nos aporta acerca de cómo se
mantiene el orden de la política mundial, recalcando que para que se de
cualquier orden es necesario que exista “el sentimiento de tener un interés común en
la preservación de esos objetivos elementales y primarios. La forma de
conseguirlo es a través de normas que recomiendan determinado patrón de
comportamiento que contribuye a que aquéllas se mantengan, así como a través de
instituciones que hacen que dichas normas sean efectivas”. (pág105).
Seguidamente indica que en parte, el miedo conduce a tener intereses comunes, y las normas son las que contribuyen a
mantener el orden; una de las tantas
funciones de los gobernantes es el cumplimiento de las normas, en este apartado
del discurso, Bull subvierten el sistema, en el sentido en el que expone la necesidad de
cambiar las normas para que dejen de servir a los interese dominantes del
momento (pág. 107).
El hecho de que los hombres dependan unos de los otros, les lleva a percibir un interés común para que
los pactos sean respetados; la
abundancia limitada y el altruismo humano, conducen a reconocer un interés común en la
estabilización de la posesión. (pág. 107). Con este apartado estoy plenamente
de acuerdo, porque son las grandes
desigualdades de las poblaciones de los diferentes estados, las que han generado conflicto e inestabilidad
política a nivel interno, con implicaciones externas.
Entre las características que deben cumplir las
normas, está la versatilidad para adaptarse a las necesidades y cambios de las
nuevas generaciones, por lo cual potencialmente serán cumplidas, respetada y protegida para garantizar la
convivencia pacífica y el logro de los fines del estado y sus ciudadanos. Hay
un postulado que Bull deja suelto y que riñe con el excelente desarrollo que
venía desarrollando, “…la acción que las normas por sí mismas no pueden llegar
a obstaculizar pero que, sin embargo, presuponen para poder operar”, (pág.
111), cabe interrogarle al autor, ¿en qué consiste esta presuposición? ¿Qué
consecuencias trae para garantizar su cumplimiento?
Cuando Bull
va desglosando todas las funciones del gobierno, como centro del poder para lograr el mandato normativo, cuyo objetivo es mantener el orden; seguidamente realiza una comparación entre los estados modernos y
primitivos; una
de las críticas que se le formula a Bull,
es el estatocentrismo de en su obra, veamos algunas de sus posturas al
respecto, “los estados son soberanos en la medida en que gozan de una
jurisdicción suprema sobre sus ciudadanos y su territorio”. (pág. 115). “Este
principio fundamental o constitucional de orden internacional está implícito en
el comportamiento habitual de los estados”. (pág. 120). “…Los estados llevan a cabo la función de
legitimar las normas”, (pág. 1244).
Comparto
los planteamientos formulados sobre la guerra, quizás ese es el fin de su obra,
con la propuesta del orden internacional y El estado anárquico “… no hay ningún
caso en el que no exista, además, de cooperación por encima de las relaciones
conflictivas entre las unidades”. (pág., 115).
Las
guerras dan cuenta de los giros de la humanidad, de sus progresos y limitaciones, de su
cosmovisión y miedos; redacto esta reseña en un ordenador, porque fue uno de los grandes legados de la
segunda guerra mundial. Según el autor, la heterogeneidad de la sociedad
internacional moderna, la primacía del
estado laico en contraposición a lo mítico religioso de la sociedad primitiva, han
dado como resultado una base moral más frágil proclive a la guerra.
Es necesario resaltar el lenguaje sencillo con
el que Hedley Bull estudia las relaciones internacionales, a través de los órdenes, las instituciones, la
sociedad internacional, ilustrando al
lector con teorías de los clásicos de la sociología, la política, inclusive de
la antropología, al comparar las sociedades
internacionales modernas con las primitivas:
“Las
unidades políticamente competentes de las sociedades anárquicas primitivas
tampoco tienen jurisdicción exclusiva sobre territorios claramente definidos.
La idea de sir Henry Maine de que en las sociedades primitivas la solidaridad
solamente surgía allí donde había lazos de sangre y no porque se poseyera un
territorio en común ha sido rechazada por los antropólogos más recientes que
sostienen que las sociedades primitivas se basan tanto en vínculos de sangre
como de territorio”. (Schapera, 1930, citado por Bull).
Estoy
de acuerdo con el autor, en que lo que
cohesiona la sociedad internacional son sus normas, teniendo como punto de partida los intereses
compartidos. La clarificación que hace sobre sobre el universo de la sociedad
internacional, es importante, porque parte de las normas constitucionales de
la política internacional, que son las que establecen quiénes son los miembros
de la sociedad internacional: “Éste es el principio que identifica a la
sociedad de estado, como principio
normativo supremo de la organización política de la humanidad, frente a otros conceptos alternativos, como
son un imperio universal, una comunidad cosmopolita de seres humanos
individuales, un estado de naturaleza hobbesiano o estado de guerra”. (Bull, 2005, pág. 120, 121).
Seguidamente el autor explica las normas que se dan
al interior de los estados, iniciando con las normas de coexistencia, explica, como
las mismas, establecen las condiciones básicas para su coexistencia, legitiman
la guerra “Para ello restringen la violencia legítima a un tipo particular de
violencia, llamado "guerra" y
definen la guerra como la violencia que se lleva a cabo bajo la autoridad de un
estado soberano” (pág. 124); la guerra después de una justa causa y haber
intentado otros medios legítima la defensa proporcional al fin perseguido, no
afectando la población civil ni acudiendo a la violencia innecesaria,
estableciendo espacios para naturales y beligerantes, estas normas igualmente,
establecen jurisdicción de los estados sobre su población y el territorio, postulan
la "igualdad" de todos los estados en su derecho a la soberanía.
Es importante, como Bull acepta, que las leyes
deben cambiarse al ritmo que cambia la
humanidad, especialmente útil para los tratados internacionales. Los estados son quienes tienen la tarea de
cambiar o de adaptar las normas operativas, morales o legales, a medida que
vayan cambiando las circunstancias (pág.
124).
El autor
centra la obra en la protección de normas morales, legales de
coexistencia, que regulan la paz, la
diplomacia y la guerra; no hace alusión
a normas protectoras, frente a las drogas ilícitas, explotación sexual, violencia
de género, situaciones críticas actuales, que debieron ser incluidas en uno de
estos cuatro capítulos .
Su obra es de carácter positivista, “legitimando el
orden jurídico internacional, para poder subsistir, para satisfacer necesidades,”…la
sociedad es tan sólo uno de los distintos elementos que se hallan en pugna en
la política internacional”. La sociedad internacional es concebida como un todo
sometida a continuas fuerzas y cambios (pág.
124).
El autor finaliza el cuarto capítulo con el orden y
justicia internacional, como imperativos categóricos; son rescatables los planteamientos de equidad que desarrolla
en la justicia, con el fin de demandar la igualdad ante la ley, aunque no he observado
expuesta la justicia restaurativa, el perdón, la reconciliación, importantes
retos para enfrentar los conflictos actuales.
Bull rescata la justicia conmutativa, sustantiva,
formal, proporcional, particular y la aritmética,
y precisa que la injusticia ocurre cuando
los iguales son tratados de forma desigual, acá se refiere a las grandes
potencias hegemónicas que presionan a los estados débiles a la luz de la obra
de Marx. (pág.132).
La obra Bulliana es didáctica, va de las partes al todo, es decir, cada
concepto se define con lógica argumentativa, contrastando los conceptos a la luz de las relaciones
internacionales; igual metodología adopta para abordar el estado y sus
elementos, examinándolos de cara a la política internacional. Trasciende
la justicia individual humana hasta el estado pluralista; define cada concepto,
ubicándolo históricamente,
contextualizándolo con realidades internacionales.
Al abordar la justicia cosmopolita mundial, hay una
idea desesperanzadora, explica, faltan portavoces, solo le queda a la sociedad
o comunidad mundial fijarse en cuáles son las percepciones de los estados
soberanos y de las organizaciones internacionales que ellos dominan; considera que el orden internacional no es
capaz de satisfacer algunas de las aspiraciones de justicia más profundas,
menos es capaz de ofrecer una protección general a los derechos humanos.
Al interior de la sociedad de estados hay un orden
mínimo, a pesar de ello, deja una mirada
esperanzadora, la tierra no va a desaparecer y se esperan cambios justos, ello,
acudiendo a experiencias en el conflicto bolchevique, africano y chino. La idea
de justicia mundial puede parecer totalmente irreconciliable con la estructura
de la sociedad internacional, considera la guerra como un equilibrio de poder. (pág. 137, 138, 143,145).
El autor va cerrando el cuarto capítulo, exponiendo
como el estado que quiera aportar al orden internacional, debe empezar a dar
cambios justos, especialmente, si se refiere a grandes potencias; indica cómo
hay que subvertir el orden para dar cambios como los que se operaron en la
descolonización de Asia y África de Europa, los cuales fueron violentos, es
decir hay que subvertir la paz para llegar a cambios justos como ocurrió en la
India, Indonesia y Portugal (pág. 147- 148).
Finaliza considerando que el orden conduce a la
justicia distributiva, pero frente al orden es preferible la justicia, quienes
esperan la justicia revolucionaria, esperan que se consolide un nuevo orden, como el surgido durante la revolución
francesa, a veces se prefiere el orden, aunque sea injusto para mantener la paz, la
paradoja que ha vivido Latinoamérica y de la que está despertando con fuertes
sacudidas, como ocurre actualmente.
La fortaleza del marco del orden internacional, le ha permitido soportar grandes atentados que se han hecho en
nombre de la justicia; la paz nuclear ha
dejado márgenes para violencia civil justa; hay otra mirada para observar la
dominación de las potencias mundiales, diferente a la permisiva del siglo XVIII
y XIX, es decir se han cambiando los discursos y sistemas de creencias. Aporta
el concepto de hegemonía que ejercen las
grandes potencias con un orden impuesto desde arriba para controlar el
equilibrio del poder mundial.
Tan valiosa ha sido la teoría de Bull, que se ha
aplicado al conflicto árabe palestino, “somos no solo una sociedad
internacional sino una comunidad internacional donde se puede “estar y ser”.
(Rodríguez, 2 013, pág.99).
“…es posible hacer una interpretación plausible de
la realidad latinoamericana desde la óptica de las normas y de las
instituciones bullianas, que se aleje de los tradicionales enfoques realista y
liberal, de momento no resta sino esperar que se adelanten estudios
correspondientes que permitan darle un apropiado impulso a esta propuesta”.
(Gómez, 2015, pág. 245).
Su texto ha servido para entender el orden
internacional, e igualmente otras
temáticas que han marcado las relaciones
internacionales, el poscolonialismo, el
poder y legitimación del el orden internacional, el tema del colonialismo en África, teoría y práctica de la soberanía, la gobernanza
global, igualmente en la comprensión de la corriente feminista que de forma renovada
reivindica la labor y el papel que ha
jugado la mujer en la esfera internacional frente a un nuevo orden que emerge
en contraposición a la hegemonía
masculina en el manejo de las instituciones y la política global, en las
relaciones de género, el feminismo liberal, el feminismo crítico,
constuctivismo y poscostructivismo feminista, feminismo poscolonial, género,
seguridad y política global y desmitificación de mitos.
Finalmente con la obra de Bull se posibilita
vincular las teorías iniciales sobre la escuela
realista de las RR.II, la tradición liberal con las temáticas finales,
sirviendo la escuela inglesa para apuntalar conceptos tan fundamentales como los desarrollados en cada una de las
sesiones; todos ellos se constituirán en
brújula en el manejo de las relaciones internacionales en la Maestría de
Estudios Políticos y fuente necesaria de
consulta para presentar el trabajo final de la asignatura, dado que quedaron muy bien asimilados con las
explicaciones del docente, los aportes de los compañeros y las ayudas
didácticas suministradas.
Bibliografía
Bull, H. La
sociedad anárquica: Un estudio sobre el orden en la política mundial (Madrid:
Los Libros de Catarata [1977], caps. I-IV.
Gómez, J. F. (2015). La alternativa de Hedley Bull
frente a las propuestas realistas y liberales
como marco para el análisis de las relaciones internacionales en
Latinoamérica, pág. 245.
Rodríguez, M. J. (2 013). Conflicto Israel- Palestina: Análisis sobre la no integración
de Palestina a la ONU como miembro permanente. Universidad Abierta
Interamericana. Argentina.