¿Dónde estabas
cuando el viento soplaba
en las tardes
frescas de primavera,
en las mañas
heladas de invierno,
en los tiempos de
bonanza
y en aquellos en
que el fruto escaseaba?
¿En dónde
andabas,
cuando los huevos
del nido
ya emplumaban y
el implacable frío
agitaba los pichones
aferrados a las ramas;
¿en dónde andabas
que no escuchabas sus primeros trinos?
¿En dónde te
habías escondido,
que ya no
escuchabas
sus tiernas vocecillas
cuando te llamaban,
que ya no veías
sus inquietas miradas, buscándote
impacientemente
en cada crepúsculo, en cada alborada.
¿En dónde
estabas? ¿en dónde te refugiaste,
que el
imperdonable tiempo cuando regresaste
no te devolvió lo
que aquí dejaste?
Tus gorrioncillos
volaron y volaron, dejando una pluma en su nido.
Todo terminó
aquel día en que silenciosamente te marchaste.