Tus pupilas,
serenas, profundas,
las llevo
grabadas en las mías.
Camino y aún
recuerdo
la profundidad de tu mirada,
con tantas cosas
que decir,
pero han optado
por callar.
Tus labios a los que el tiempo
les ha negado uno y tantos besos;
permanecen allí, en espera silenciosa
con una
esperanza de fuego,
de un fuego que el viento incesante apaga.
Y estas allí, quieto…
silencioso,
taciturno,
pero estas allí,
¡mejor así!
para que sigamos
siendo cielo y horizonte,
para que ninguno
tenga que partir.
Fruto que se ha
secado en la rama,
fruto que se ha
negado a morir,
aún tus pupilas
brillan,
cuando en las
mañanas
el sol empieza a salir,
cuando en las tardes
el sol empieza a partir,
cuando el aroma
de una voz
cercana,
con un roce
furtivo,
te hace sonreír,
aún tus pupilas
brillan,
porque estás aquí.