Era el padre,
era la madre,
enseñaba la
virtud,
enseñaba a pensar.
Trataba incansable
que sus pequeños
no sintieran en
casa
la ausencia de
mamá.
¡Cuántos esfuerzos
por llenar cada espacio
de vacío de su
hogar,
para colmar su colegio
de felicidad!
fiestas de
disfraces, dulces,
¡una entrega
total!
para poder sus
hijos cuidar.
A todos quería
una sonrisa arrancar,
y muy dentro de su
corazón,
la desesperación
acosaba,
había que pagar la
luz, el agua,
había que mercar.
Pague aquí, mande
allá,
corra de aquí para
allá,
porque eres el
papá,
porque ya mamá no
está,
porque nos debes
cuidar y alimentar,
porque nos debes la ropa
lavar y planchar,
porque somos pequeños
y la mamí no
volverá.
El pequeño que
enfermaba,
y papá
desesperaba,
¡cuánta, cuánta
falta
hacia en casa mamá!
pero allí estaba
papá,
que le haría sanar,
¡qué bello papá!
Aunque los
pequeños lloraran
al colegio siempre
irían,
tendrían un caramelo,
un abrazo y un dulce beso de papá;
estudiarían y se alimentarían,
se harían grandes hombres y mujeres,
porque siempre trabajando,
haciendo milagros,
lavando,
planchando,
cuidando a chicos
y grandes,
enseñando a vivir
y a pensar,
a otros universos,
de otros
papás, de otras mamás,
robando
sonrisas, aunque por dentro
se le escurriera el salado océano,
a su lado siempre tendrían a PAPÁ.