sábado, 23 de noviembre de 2013

Lentamente se apagaba

Chapoteaban juguetones los patos en el agua,
 el último hilo de vida se escapaba,
 los niños saltaban en el patio trasero,
 su boca se secaba,
el eco de una infancia lejana,
sonaba como campana de iglesia cortesana;
era esa  voz del abuelo enojado,  tratando de llamarla,
repitiendo el nombre de todas sus hijas:
_ Berta, Josefina y finalmente,….  Marthaaaaaaaaa;
siempre era la astuta y despelucada lora,
 posada en la guadua cerca al comedor,
quien gritaba, ¿qué?, ¿qué?,  señor, ¡ya voy!
pero nunca la Martha,  quien en el patio de atrás jugaba,
lazo, a las rondas,  al escondrijo,
le escuchaba, menos aún , ni siquiera
de lo que hacia la lora se percataba.
Allí en su postrimero lecho,  más de allá, 
que de acá,  la tía de los juegos,
la tía de los chocolates y los novios,
la tía del ajuar de un matrimonio de cuento de hadas,
en una tormenta en altamar, en su cama, ¡naufragaba!,
ya no era la batalla por jugar, menos por conquistar,
menos por ayudar, ni siquiera por contestar.
La llama de la tía Martha,  de esta vida quería escapar,
el implacable viento que se negaba a llegar
 al desierto de su cuerpo,  la quería apagar;
pero ella no se rendía, luchaba,
por no ser parte de la cama o del metal,
de ese tubo,  por el que a la vida se aferraba.
La tía envuelta en el manto profundo
de los miles de cigarros de la abuela,
lentamente se nos apagaba.
Esa tía que salvaba y acompañaba los nacimientos,
 y largas cuarentenas,  cuando la madre y el padre no estaban,
en ese lecho de blancas sabanas y olor a hospital,  lentamente palpitaba.
La tía Martha en esa lúgubre alcoba, preguntando por todos,
y…,lentamente…, y en medio de todos…,  su fuego se apagaba.
Cuerpo inmaculado que antes de madurar se escondió
de la fuerza de la pasión,
haciendo  del cuidado de sus hijos y nietos,  su única misión.
A un lado quedaron deshojados,   los pequeños que no hicieron
lumbre en su vientre maternal,
a otros lugares marcharon,
tampoco en sus últimos días,  le acompañaron.
En presencia de todos… vecinos…, pariente…, amigos…
sus ojos perdían luz propia,
sus labios se vestían de intenso cielo,
sus brazos se perdían en las blancas sábanas,
y en el eco sonaba la voz
del abuelo que ya se nos había ido:
Marthaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa,
 pero la lora en su guadua,  cerca al comedor,
ya no gritaba, ¿qué?, ¿qué?,  señor, ¡ya voy!,
ya la astuta y despelucada lora,
en su guadua cerca al comedor,
¡no contestaba!
La tía Martha,   ni en la cocina, ni en la despensa, corredor,
 ni en la sala,  ni en el zaguán,
ni en la alcoba,
menos,  en el patio de atrás,  donde juegan los niños
lazo, a las rondas,  al escondrijo,
¡se encontraba!
 




















































 
 


 

No hay comentarios: