jueves, 1 de mayo de 2014

Semillas de libertad



La hierba estaba fresca,

la nieve que había vestido el manto

bucólico nocturno

se escapaba con el sol de la mañana.
 

Alzaban vuelo con los búhos,

los cien pies, los alacranes y las ranas.
 

Y… la mañana

se vestía de seda.
 

El astro rey bailaba,

cantaba alegre,

jugando presuroso

con los traviesos y asustadizos

copos inmaculados que se derretían

risueños cuando les acariciaba.
 

Esplendoroso, sublime,

lucia aquel primero de mayo

con palomas blancas, negras

grisáceas, pardas, saraviadas,

amarillas,

girasoles danzándole al cielo.
 

Pardas rojizas,

negras como el ébano mismo,

orneadas en dorado, en bronce y cobre,
 
embrujando con sus destellos  plateados;

bañadas en marfil, púrpura escarlata,

verdes como el heno fresco,

azules, perdiéndose en el dulce,
 
delicada tentación para moldear
 
cuando se derrite la esperma,
 
azul profundo

perfumado cielo.
 

Descansaban, y de nuevo

alzaban vuelo

desde el escarpado terreno,

divisando palomares ajenos

de hierro en el hielo,

en el valle, en la rivera,

de hormigón hechos
suntuosa mansión.
 

Sus ojos desde los aires,
 tristemente divisaban

la arena de una, de dos,

de miles de playas y mares.
 

¡Tanta tierra,

y sin un rinconcito para ellas,

arar, y ver germinar,

donde sus noches y días

poder descansar!
 

Sus alas presurosas, explanaban

campos que empezaban a humedecerse

con el baño angelical.
 

Sus voces en concierto ni la fresca brisa les hacia callar.

¿Cuántas maravillas habían hecho en su ciudad,

y la mayoría no tenía

donde sus frías noches abrigar?

¿De qué les valía tanto trabajar, y trabajar,

si no tenían

un palomar donde sus críos arrullar,

y menos aún, alimentar,

ni siquiera en las frías noches

de navidad?
 

¿A dónde el dinero de su duro

trabajo habría ido a parar?
 

Con estómagos vacios,

las palomas

de todos los colores

se habían cansado

de implorar,

un suelo repleto de granos

para sus vientres alimentar,

un techo para sus críos

abrigar.
 

Juntas… en manada,

de tano volar y volar,

de tanto para ellas,

trabajar y trabajar,

de tanto los cielos y las tierras

con sus alas abiertas,

bajo lluvias

y soles, arar y arar,

hicieron el milagro…

Vieron semillas de libertad

germinar en su suelo.
 

Pronto sus palomares

les vieron felices

sus críos arrullar

y alimentar.
 

Hoy el azuloso

océano celestial,

donde habitan

los dioses de todas

las estirpes y credos,

sonríen contemplando

las palomas de todos los colores

sin hilos enredados en sus patas,

explanar su tierra

sin yugo, ni dueño,

hecha solo para el que

la quiera arar y hacer germinar;

para el que quiera,

las promesas

que trae el nuevo día,

hacer realidad.











 








































 

 

 

 

 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 



 

 

 

 

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