jueves, 19 de diciembre de 2013

Regálate una nueva oportunidad

Los errores en una sociedad culturalmente castigadora como la nuestra, se pagan con rabia, dolor, desesperación, desesperanza, culpa, angustia, duelo, soledad, inseguridad, impotencia, vergüenza, miedo, fobia, trauma, pena, tristeza, burla, aislamiento, dinero, multas, cárcel, fracaso, internamiento en hospital general o mental, repetir largos y extenuantes procesos o jornadas de trabajo.

Esta sociedad en tiempo de crisis, no mira los errores como lo que verdaderamente representan, una oportunidad para hacerte grande, fuerte, sabio, un peldaño más, para lograr el éxito y la felicidad. Cuántos se han suicidado frente a un erro o fracaso monetario, profesional, familiar, personal o amoroso.
Saber recapacitar a tiempo es la regla de juego; volver a empezar después del fracaso, después de que la suerte y todos te han abandonado, sin importar cuánto se ha perdido, es la regla de oro, porque la vida es perder y ganar, desde que fuimos engendrados, hasta que se aproxime el minuto final.

Lo que haces y has hecho, nunca se pierde, se constituye en legado para la humanidad, en sumar experiencia a tu patrimonio cultural. Cada derrota te hace grande, con los errores es que más se aprendes, no es la meta, el triunfo; es sortear el largo proceso para llegar a éste, sin desfallecer, insistiendo, persistiendo, levantándote las veces que sean necesarias, sin refugiarte en la soledad, y exilio de una eterna cuarentena depresiva, enfermedad del siglo, no de las luces, como el siglo XVIII, sino del confinamiento, con la invasión de los modernos mundos digitales y virtuales, esas son las que constituyen el verdadero éxito.

¿Quién ha dicho que las hormigas y abejas son las únicas que son organizadas, y en su logística, establecen status para trabajar?, ¿qué son las únicas que tienen el matriarcado de las reinas y que así sin modernizarse, sin depredar a las demás especies, han sobrevivido inclusive, a los rigores del cambio climático?
                                                
Justificas las pérdidas de la salud física, te haces costosos tratamientos, eres rigoroso con los medicamentos, con las dietas, pero desatiendes las verdaderas causas de la enfermedad, de tu somatización; el miedo a la derrota, al rechazo social, a quedarte solo, el temor a equivocarte, la culpa, el odio y rechazo que generas cuando pierdes, cuando sientes que has fracasado; para ello sí que no haces tratamientos, para ello no hay lugar a ponerlo en la palabra, de hablarlo, de desahogarlo con alguien profesional (terapeuta) o de confianza; cuánto te engañas, porque esa es precisamente, la forma efectiva en que la salud puedes recuperar, sin manejar químicos, que traen su efecto colateral y dependencia.

Hablar es la mejor medicina para dejar el miedo, la culpa, el aislamiento, fracaso y soledad. El hombre es palabra, cuando se le priva de ella, se cosifica, se desnaturaliza, se echa a perder, como la cosecha después del granizo. La humanidad rinde culto a los grandes que escalaron peldaños, empezando de la nada, detesta a los que se han quedado llorando sus penas y fracasos, porque les pueden enfermar con su nimiedad.

Si una vez probaste que fuiste fuerte en la primera selección natural primogénita, sigue haciéndolo, porque el éxito, y la salud, no se encuentran envasados en ningún producto, químico o natural, en un libro sagrado, o proscrito, menos en fórmulas mágicas, ni en los demás, tu familia, vecinos, paisanos, la gente en general; está dentro de ti, en el infinito arsenal que posees de creatividad, de poderte adaptar a los medios más inclementes, al aquí y al ahora, sin importar lo que venga de fuera, que es lo que más enferma y daña, con su ardid, egoísmo y competencia, constituyéndose en tu auténtico reto para hacerte grande.

Eres el único conductor de tu vida, empieza ahora, y verás cuán lejos puedes llegar. No en vano Sócrates resumió su denso discurso, el cual nunca escribió, en la frase, “Conócete a ti mismo”, y sólo me puedo conocer a través del Otro.