Sin permiso
nació,
hizo desde
pequeño lo que mejor le pareció
infancia y
adolescencia las vivió
como lo
argumentó el buen Rousseau.
Poco le importó
en su haber,
si el traje que
bestia, estaba de moda;
en sus
estudios, el uniforme y las notas,
siempre
fueron omitidos, escapó de la poda.
Creció como
rama torcida, que solo el viento enderezó,
haciéndole
fuerte para resistir la falsedad
de una sociedad
convencional, la misma que nunca,
sus impulsos e
ímpetu de libertad, aprendió a regular.
Sin permiso,
creció, haciendo siempre lo que quiso,
fue poeta,
profeta, amante; el ángel del Edén y del Hades,
saltó como el
mismo Luzbel en la isla de todos los
Mares;
a nadie le
temió, porque se hizo mito en los huertos
primaverales.
Rondó a Oscar Wilde, metiéndose en el lienzo de
Dorian Gray,
apareció en las
comarcas paisas en los años 80 y 90,
como la Llorona,
buscando en las
humildes moradas, lo que tanto amaba,
hincando
desesperada su mirada, donde el oro formaba
corona.
Sin permiso,
sin ortografía, sin normas, atemporal, asexuada,
atravesaba los
mares, llevada por el canto de las aves;
no hubo rincón
del mundo, en que no hubiese hecho
morada,
todos
aprendieron a reconocer y a respetar, su singular imagen.
Aún vaga por
espacios y tiempos inciertos,
porque se ha
hecho criatura sobrehumana,
corporal e
incorporar, sin norma y sin moral,
viviendo sólo su momento, ¡Sin permiso!