La vida paseaba serena,
era el suspiro
profundo de la tierra.
Se sentía el galope
susurrante de la vida,
en el alma de su gente.
Pastaban la vaca y el caballo,
el arroyo marchaba
cadencioso,
cuesta arriba, cuesta abajo.
El reloj perdió un puntero,
los números se le cayeron,
antes de llegar el invierno.
El asno abandonó el potrero
la alambrada al suelo cayó,
se hizo realidad su deseo.