miércoles, 8 de enero de 2025

El cementerio del volante.

Cuántas historias que contar, 

cuantos viajes, 

cuántas puertas

 que se cierran y abren.

 

Cuántas veces en el rodante, 

cuántas multas, cuántos pares,

cuántas veces sentado junto al volante.

  

Cuántas llantas rodando sobre el ardiente asfalto,

cuantos sueños al comprarlo, al usarlo y estrenarlo.

 

 Y a hora al sol y la lluvia,

 allí sin conductor al volante,

oxidándose, y como el mío, cientos

de carros  y motos sin conductor al volante.


Están junto a la Moravia,

donde la pobreza se debate 

 con el urbanismo,

 allí donde no hay turismo

 por miedo a develar la pobreza al 

 que al progresismo 

le apuesta, pero que en Moravia 

sus pobladores

 con hambre se acuestan

porque a la economía

 del rebusque 

nadie le apuesta.

 

Ya no recorrerán las calles

de Medallo ni de Envigado,

meno de la Estrella e Itagüí,

estarán en el cementerio,

 junto a la terminal del transporte,

estarán allí justo ahí,

quien sabe cuánto,

 en el cementerio del volante.