Las cosas nunca pueden ser como las pensamos e
imaginamos; las pensamos en presente, pero cuando las recordamos pertenecen al
pasado, el tiempo las ha alterado, por ello ¿qué tan válidos son los
testimonios, como elementos materiales probatorios, si interrogando tres veces
sobre el mismo asunto al testigo, se suscita la duda?
Cada momento pertenece a una emocionalidad, a una historia,
a unas circunstancias que nunca, por mucho que queramos, se pueden repetir;
cada momento que pasa, nuestros sentidos son afectados por un millón de experiencias,
de las que en su mayoría, no somos conscientes; nunca somos los mismos porque
nuestro sistema somático y psíquico cada momento que pasa está sometido a
nuevas experiencias que nos hacen diferentes.
Mientras asimilamos este texto, ya nuestros sentidos
han sido modificados por millones de experiencias imperceptibles a nuestros
sentidos, entonces ¿por qué nos quieren
estandarizar, congelar en el tiempo, asignarnos unos códigos y marcas, como si fuéramos
rocas, a sabiendas que las mismas rocas se transforman de forma permanente? ¿Es
ese es el precio de vivir en una cultura y adaptarnos a sus costumbres,
renunciando a vivir y sentir de forma consciente nuestros cambios y
transformaciones permanentes?
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