Cuentos de
los estudiantes del grado 6 y 7° Institución educativa francisco Luis Hernández
Betancur “CIESOR” 2017
1 Tomás
y el platillo volador
Había
una vez un niño llamado Tomás que tenía once años y vivía en el planeta tierra.
Un día vio un platillo volador en un árbol del parque y decidió subir al parque
para cerciorarse de su presencia; le sorprendió ver lo curioso que era, tenía
varios botones dentro de él, pero el astuto e inquieto Tomás, decidió oprimir el botón más grande.
¡Oh sorpresa!
al oprimirlo, resultó en el planeta
Mercurio. Había un casco espacial, y
Tomás se lo colocó, deseoso de conocer
más sobre aquel planeta.
Como
Tomás era amante de las aventuras, decidió encontrar vida en él, al no
encontrarla, optó por montarse de nuevo en la nave, oprimiendo de nuevo el gran
botón, apareciendo en Saturno.
Los anillos de Saturno eran muy hermosos, las
manos alargadas de Tomás se iluminaban contemplándolos, sus grandes ojos
castaños, querían saltárseles de sus órbitas,
nunca se había sentido tan feliz, era el
gran explorador del universo, se sentía
el gigante del gran mundo de los pequeños.
Esta
vez el astuto Tomás no descendió de su nave espacial, se conformó con llevarse
el recuerdo de los luminosos anillos saturnianos.
Acostumbrado
a oprimir los botones de su platillo
espacial, esta vez al punzar, se halló en Neptuno, era un planeta muy azul,
pero tenía sus bordes muy oscuros, como el bello Tomás era muy miedoso, se rehusó a bajar de su burbuja espacial,
simplemente se conformó con oprimir uno y otro botón, paseándose como un
príncipe medieval, por todos los
planetas del espacio sideral.
En
este largo y extenso viaje, nada atrapó
la atención del pequeño genio de Tomás, como el planeta Marte, que fue en el que se ubicó, al oprimir por última vez, el gran botón rojo, como un tomate de riñón, quedó muy sorprendido,
porque la Profe de sociales le había
dicho que era el planeta más parecido a la tierra.
Marte
presentaba la posibilidad de generar vida, en cambio la tierra tenía vida, el
niño, dejó su esplendoroso platillo volador y regresó a casa y compartió esta extraordinaria
experiencia con su familia y todos sus amigos, quería que se arriesgaran a
vivir su fantasía sideral.
Y colorín,
colorado, vivió muy feliz.
Este
cuento se ha acabado.
Fin.
Tomás
Cano Colorado 2017, 6°B
2. El
león asesino
Había
una vez un león que vivía en el campo, a
él siempre le gustaba tener amigos, pero no tuvo amigas; se encontró en su camino
a el señor que lo llevó a su antigua cabaña la cual tenía 40 años, entonces le
dio comida.
Después
de comerse fue y en su camino se encontró a un cazador con un rifle y una
escopeta y el león salió corriendo y corriendo: pasados dos años, en ese momento
se volvió en el león asesino, el vio una persona y ahí mismo la mató, el león
era tan malo, tan malo que llegó a la ciudad y mató a veinte personas,
mentiras, las personas están vivas, el león dijo yo quiero ser bueno, no malo,
entonces una persona le dijo ven a mi casa, el león se puso muy feliz, llega a
la pieza y se hizo el peinado para ir donde su hermosa madre que estaba en
Tejas. La novia del león era una galleta.
Juan
José Bedoya Restrepo, 7B
3. Cuento del niño maltratado
Había
una vez una vez un niño llamado Felipe que todos los días le gritaban y lo
trataban muy mal, todos los días lloraba porque no lo respetaban y él le decía
a la mamá, y él era nuevo por esa ciudad de Medellín y en
ese barrio lo trataban muy mal, hasta que él se defendía; cuando le decían
nariz de palo, porque tenía la nariz muy larga, y le decían orejón y pelo de
crispeta, él se defendía y la mamá lo regañaba, hasta que se encontró los que
lo insultaban y como ya había crecido, les pegó, a lo que le dijo su mejor
amigo:
_
Felipe no se ponga así que ellos son más malos y maliciosos.
Alejandro
Salazar Loaiza,
7B
4. El león Luk
Había
una vez un león llamado Luk, él era el payaso en un circo llamado Kirler Luch
donde maltrataban a los animales, a él una vez lo violaron y él le sacó una
escopeta y mató un águila y el águila y ésta se murió y el león aprendió a
volar y llegó al mundo de los Pokemones y capturó a Picachú y siguió su
aventura…
Juan
Pablo Londoño López, 7B
5. La niña y la rosa
Los chiquillos
decidieron ir a coleccionar flores, arrancaban las rosas, los claveles, una de
ellas les sorprendió cuando gritó, ay!, ay!, cuánto me duele.
Cuando
la niña observó la planta, se percató que de ésta se desprendía un líquido de
color verde claro de su maltrecho tallo, la planta le replicó - Esa es la
sangre que cae de mi cuerpo cuando me haces daño, en lugar de contemplarme con
amor, como lo he hecho yo, en este jardín, observando tu ingenua belleza,
mientras cada día te haces mujer con el paso de cada luna nueva.
La
niña lloró, se acercó, acariciando los pétalos de la flor, los cuales al
tocarlos, uno a uno al suelo iban a parar.
La
inocente criatura, prometió a su rosa, contemplarla con todo su amor para
disfrutar siempre de su belleza.
La
pequeña marchó a su habitación, cepilló su larga y perfumada cabellera; al día
siguiente, olvidó su promesa, y una hermosa rosa cortó, para colocar en su
brillante cabellera, paseó por el campo con su amigo de ensueños, al mismo que
a hurtadillas, sus frescos labios le besó.
Al
regresar a casa, su madre tristemente exclamó - Nuestra hermosa rosa roja, se
nos marchitó, al correr al jardín, con tristeza la niña contempló, su gran
planta de rosa reseca; sus flores se habían marchitado, sus botones sin abrir,
para siempre se habían cerrado.
La
niña, habló a su rosal de esta manera, -Ey! Mira, tantas alegrías me has dado,
te prometo que nunca jamás tus flores tocaré, aunque me des permiso para
hacerlo, comprendí que te hiciste rosa para alegrar los días de todos, con tu
perfume y color, que aunque tienes espinas para protegerte de los que queremos
hacerte daño, nunca con ellas nos heriste; así es que, te pido que nunca te
mueras, que nunca me dejes mi hermosa plantita de rosa.
La
planta escuchó las súplicas de la ingenua niña y una a una, levantó sus ramas,
levantó sus flores, y con la pequeñita, estableció un vínculo de amor y amistad
que nunca abandonó; la niña cuando estaba triste dialogaba con su entrañable
amiga, con ella se desahogaba, ella con sus flores y hojas la acariciaba, la
perfumaba, la inspiraba a seguir siempre adelante, en su devenir de hija,
madre, esposa, abuela y bisabuela.
Al
cabo de un centenar de años, un féretro caoba a todos llamó la atención, allí
en su interior reposaba un rostro de mujer que nunca envejeció, su altar estaba
inundado de hermosas y perfumadas rosas rojas, tan bella escena embriagaba a
los presentes.
Y
cuando en su tumba descansaba, esta mujer que nunca murió, porque se hizo una
en la oscura tierra, con su gran planta de rosa roja, se extendió con sus
semillas para engalanar, campos, aldeas y ciudades, trayendo abundancia, amor y
felicidad, a cuantos con cariño y agradecimiento, sus pétalos osaran acariciar,
como hace muchos, muchos, siglos, una niña hecha mujer, con ternura los solía
contemplar y acariciar.
Sólo quedan recuerdos de los que habitaron el Morro de basura de Moravia, su Morro, su vivienda, su casa, su historia, su hogar.
Momentos para amar
en una juventud desenfrenada,
antes de caer el torrencial.