Cuántas historias que contar,
cuantos viajes,
cuántas puertas
que se cierran y abren.
Cuántas veces en el rodante,
cuántas multas, cuántos pares,
cuántas veces sentado junto al volante.
Cuántas llantas rodando
sobre el ardiente asfalto,
cuantos sueños al comprarlo,
al usarlo y estrenarlo.
allí sin conductor al volante,
oxidándose, y como el mío,
cientos
de carros y motos sin conductor al
volante.
Están junto a la Moravia,
donde la pobreza se debate
con el urbanismo,
allí donde no hay turismo
por miedo a develar la pobreza al
que al progresismo
le apuesta, pero que en Moravia
sus pobladores
con hambre se acuestan
porque a la economía
del rebusque
nadie le apuesta.
Ya no recorrerán las calles
de Medallo ni de Envigado,
meno de la Estrella e Itagüí,
estarán en el cementerio,
junto a la terminal del transporte,
estarán allí justo ahí,
quien sabe
cuánto,
en el cementerio del volante.